saray caerlina florez avila
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alexander wilches
22 julio 2011
En una ocasión anterior comenté que cada una de las siete Bienaventuranzas se erige sobre la precedente, y brota de ella. Es más sublime tener hambre y sed de justicia que ser manso, o que llorar, o que ser pobre en espíritu. Pero nadie tiene hambre y sed de justicia si no ha pasado primero por las tres etapas preliminares, que son: haber sido convencido de la pobreza de su alma, haber sido conducido a llorar por el pecado, y haber sido vuelto humilde a los ojos de Dios.